"Pero no porque Dios necesite de él, puestos que en estos mismos libros está claramente consignado: Dijo al Señor: Tú eres mi Dios, porque no necesitas de mis bienes. Miraba Dios el bien del hombre tanto cuando aceptaba como cuando rechazaba o contemplaba esos sacrificios. Es a nosotros a quienes nos conviene adorar a Dios, y no al mismo Dios. Cuando El nos inspira y enseña cómo le hemos de adorar, lo hace por nuestra máxima utilidad y no por indigencia alguna suya. Tales sacrificios son simbólicos y expresan la semejanza de algunas realidades. Por estos signos se nos amonesta a escudriñar, conocer o adorar esas realidades simbólicas en ellos… También los que antes de mí expusieron la palabra de Dios trataron copiosamente de los símbolos de los sacrificios del Antiguo Testamento, como sombras y figuras de lo futuro"
(Epístola 102, 17).
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