“Lo que consigna este salmo centésimo en el primer versillo es lo que debemos investigar en todo el texto. Misericordia y juicio te cantaré, ¡oh Señor! Nadie se prometa la impunidad por la misericordia de Dios, porque hay también juicio, y nadie, cambiado en mejor, tema el juicio de Dios, puesto que antecedió la misericordia… Dios, por el contrario, en la bondad de la misericordia no abandona el juicio, ni al juzgar con severidad abandona la bondad de la misericordia. Ved que, si distinguimos el tiempo de estas dos cosas: de la misericordia y del juicio, pues quizás no sin motivo guardan cierto orden de prelación en el texto, puesto que no se dijo juicio y misericordia, sino misericordia y juicio, quizás, si distinguimos, repito, el tiempo de estas dos cosas, tal vez hallamos que ahora es el tiempo de la misericordia y el venidero el del juicio. ¿Cómo antecede el tiempo de la misericordia? Ante todo, pon la mirada en Dios para que tú imites al Padre en cuanto Él te conceda. No decimos soberbiamente que nosotros debemos imitar a nuestro Padre, puesto que el mismo Señor, único Hijo de Dios, nos exhorta a esto, diciendo: Sed como vuestro Padre celestial. Cuando dice: Amad a vuestros enemigos, orad por los que os persiguen, añade: para que seáis hijos de vuestro Padre, que está en los cielos, el cual hace salir su sol sobre los buenos y los malos y llueve sobre los justos y los impíos. Aquí tenéis la misericordia. Cuando ves a los justos y a los inicuos que contemplan el mismo sol, que perciben la misma luz, que beben de las mismas fuentes, que se sacian con la misma lluvia, que se hartan con los mismos frutos de la tierra, que respiran el mismo aire, que poseen idénticos bienes mundanos, no tengas por injusto a Dios, que da igualmente estas cosas a los justos y a los impíos. Es el tiempo de la misericordia; aún no del juicio. Pues, si primeramente Dios no nos perdonase por la misericordia, no encontraría que coronar por el juicio. Luego, cuando la paciencia de Dios arrastra a los pecadores a penitencia, es el tiempo de la misericordia”
(Comentario al salmo 100, 1).
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