Vivamos como hijos

“El Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo, nos enseñó la oración. Y siendo el mismo Señor, como habéis recibido y proclamado en el símbolo, el Hijo único de Dios, no quiso, sin embargo, ser único. Es el único y no quiso ser único: se dignó tener hermanos. Son aquellos a quienes dijo: Decid: Padre nuestro que estás en los cielos. ¿A quién quiso que llamáramos Padre, sino a su mismo Padre? ¿Tuvo acaso celos de nosotros? A veces los padres, cuando han engendrado uno, dos o tres hijos, tienen miedo a engendrar más, no sea que obliguen a los que vengan a mendigar. Mas, puesto que la herencia que a nosotros se nos promete es tal que, aunque la posean muchos, nadie sufrirá estrecheces, por esto mismo llamó a ser hermanos suyos a los pueblos gentiles, y el que es Hijo único tiene innumerables hermanos que decir: Padre nuestro que estás en los cielos. Pronunciaron estas palabras hombres que nos han precedido y las pronunciarán quienes nos sigan. Ved cuántos hermanos en su gracia tiene el que es Hijo único al hacer partícipes de su herencia a aquellos por quienes sufrió la muerte. Teníamos padre y madre en la tierra, para nacer a las fatigas y a la muerte. Hemos encontrado otros padres de quienes nacemos para la vida eterna: Dios es el Padre; la Madre, la Iglesia. Pensemos, amadísimos, de quién hemos comenzado a ser hijos y vivamos cual conviene a quienes tienen tal Padre. Ved que nuestro Creador se ha dignado ser nuestro Padre” 
(Sermón 57, 3)

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